Hace 100 años la compañía los Ballets Rusos de Serge Diaghilev presentó en París, en aquel entonces la gran capital mundial de la cultura, una obra que revolucionó el mundo de la música y de la danza: Le Sacre du Printemps (en castellano La Consagración de la Primavera y en inglés Rite Spring).
De hecho, los 20 años de vida de la compañía de danza los Ballets Rusos de Diaghilev son considerados como los años dorados de la danza. Diaghilev fue un hombre de una gran cultura con una gran sensibilidad por las nuevas formas de arte, y una gran habilidad para identificar el talento y persuadir a jóvenes artistas aún no consagrados del mundo de la música, de la danza, de las artes plásticas, del diseño y de la literatura para que participasen en la creación de sus obras de danza, que tenían por objeto sorprender una y otra vez al público más selecto. Diaghilev destacó también por su capacidad para relacionarse con gente adinerada e influyente y lograr de ellos abundantes donaciones que hicieron posible la producción de estos costosísimos espectáculos, así como para arreglárselas para conseguir actuaciones en los mejores teatros del mundo entero. Las obras que se crearon en los Ballets Rusos de Diaghilev pusieron los cimientos de la danza moderna actual. Por su compañía pasaron los mejores bailarines, coreógrafos, compositores, artistas plásticos y diseñadores de vestuario, así como escritores y poetas. Su diáspora ocupó los puestos de máxima responsabilidad en las compañías de danza moderna de mayor prestigio del mundo.

Bailarinas con el vestuario original diseñado en 1913 por Nicholas Roerich. De izquierda a derecha: Julitska, Marie Rambert, Jejerska, Boni, Boniecka y Faithful. El decorado de fondo también es obra del pintor Nicholas Roerich.
Con Le Sacre du Printemps el 29 de mayo de 1913 Diaghilev sorprendió y causó un enorme escándalo, que era exactamente lo que buscaba. De hecho antes de empezar la función comunicó a sus bailarines que estaban a punto de hacer historia y que esa representación iba a suponer un adiós a la Belle Époque y dar la bienvenida a una «Nueva Era». El público que se esperaba un ballet clásico con tutús, puntas y música melódica entró en shock al encontrarse ante un rito pagano y primitivo en una Rusia antigua con unos bailarines vestidos como campesinos, un baile comunitario con una total ausencia de expresión individual de sentimientos, el sacrificio de una adolescente que bailaba hasta su muerte para conseguir el regreso del Sol que garantizaría así la fertilidad de la Tierra y la supervivencia de la tribu, y una música muy inquietante y diferente de todo lo que se había escuchado hasta entonces. Es importante subrayar que el objetivo del coreógrafo no era ni mucho menos buscar el escándalo ni que el público entrara en shock. Simplemente para Nijinsky la manera de reforzar toda la intensidad de la la historia que se relataba en La Consagración de la Primavera era precisamente realizar este ejercicio de búsqueda de la esencia de lo primitivo.
En este pequeño vídeo de casi 5 minutos que he localizado hay una primera parte subtitulada al italiano en la que el mismo Stravinsky, compositor de esta pieza, explica la reacción del público del día del estreno (29 de mayo del 2013) y el gran escándalo y batalla que tuvo lugar entre los espectadores, algunos en shock y totalmente indignados porque ellos en realidad iban a ver algo más clásico, y otros maravillados con la obra que estaban presenciando, como el grupo de bohemios de Jean Cocteau, y que pedían poder acabar de ver este espectáculo.
Fue también un ejemplo de «el espectáculo debe continuar pase lo que pase», y el propio coreógrafo Nijinsky no dudó en ayudar a sus bailarines poniéndose a gritar las cuentas desde detrás del telón cuando debido al ruido del público los bailarines ya no podían ni oír la música (una música que estaba siendo interpretada por toda una orquesta de 100 músicos con sus 100 instrumentos).
Y con este rito y esta música maravillosa, que aunque tenga 100 años sigue siendo tan actual y especial, yo creo que ya podemos dar totalmente la bienvenida a la Primavera. 😉
Por cierto, esta interpretación corresponde a la Chicago Symphony Orchestra dirigida por Ozawa en 1968. Pas mal du tout, ¿no?
Nota: este es un tema que me apasiona, así que de vez en cuando seguiré publicando nuevos artículos sobre La consagración de la primavera. Para que los podáis distinguir estarán numerados. De hecho, si os fijáis en el título, este es el (1). De momento no quiero abrumaros con nada más.
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